Desconozco si en otras disciplinas ocurre lo mismo, pero en Economía y Gestión Empresarial es muy frecuente oír frases como “La teoría está muy bien para la facultad”, “El papel lo resiste todo, pero la realidad es otra” y similares. Seguramente sin darse cuenta, quien las formula no valora el trabajo de investigación que hay detrás de las teorías que se imparten en las facultades y lo oneroso que sería para el Estado que el aprendizaje que se proporciona en el sistema público de enseñanza no tuviera ninguna utilidad.
En ese sentido sería muy conveniente que la impartición de los modelos teóricos en las aulas no terminara con los resultados obtenidos a partir de las hipótesis, sino que una vez explicados se iniciara el camino contrario y se discutiera en qué sectores o situaciones se dan las hipótesis de partida, cuán restrictivas son y qué enseñanzas ofrece el modelo en cuestión. También es muy habitual en las prácticas resolver problemas en los que los datos están claramente definidos y no hay que llevar a cabo ningún proceso de búsqueda de información; en ese caso sería aconsejable indicar a los estudiantes y futuros profesionales que nadie los va a estar esperando con los datos tal como aparecen en los ejercicios de aplicación inmediata de la teoría y no estaría de más entrenarlos en la búsqueda del dato necesario a partir de todo el entramado de información real.
Pero todo lo anterior son recomendaciones para la impartición de clases y en este pequeño escrito pretendo dar ideas muy básicas sobre cómo aprovechar la teoría en la práctica profesional.
En primer lugar hay que recordar el motivo por el que existe una rama científica llamada Economía: la escasez de recursos. Y en segundo lugar, y derivado de lo anterior, que el objeto de estudio de la Economía es la asignación de unos recursos escasos. De estas dos afirmaciones en apariencia sencillas se deriva que existan precios, mercados donde se asignan recursos a través de intercambios, organizaciones dedicadas a producir bienes tangibles y servicios y en cuyo interior también hay una asignación de recursos, etc. Y la Economía estudia toda esta complejidad y proporciona herramientas para poder abordarla con rigor. Precisamente hay temas y situaciones por todos conocidos que generan debate y para los que la utilización de conceptos económicos puede aportar un punto de vista útil.
Por ejemplo, una rama dentro de la Economía estudia el comportamiento de los individuos y hace hincapié en los objetivos que persiguen y cómo se les puede incentivar. Es más, se puede modificar el comportamiento de un agente a través de incentivos que le lleven a actuar de forma que, persiguiendo sus objetivos, se alcance una meta ajena a él. Esta idea básica se puede aplicar para el análisis de realidades en las que algún agente tiene un cierto poder de mercado, como pueden ser la concesión de patentes o la existencia de monopolios. Vamos a ver cada uno de ellos.
Una patente permite a la persona que inventa un producto o un proceso ser el único que lo explota. Habrá a quien esto le parezca una injusticia para el resto de la sociedad, pero si a los inventores no se les permitiera beneficiarse durante un tiempo del fruto de su esfuerzo y no se le recompensara por la incertidumbre de hacer un trabajo o invertir un dinero sin saber si dará un resultado beneficioso, nadie lo haría y la sociedad no podría aprovecharse en su conjunto del adelanto científico. Por supuesto que esta idea estrictamente económica puede y debe complementarse; de hecho, los derechos de patentes sólo se pueden explotar durante un período de tiempo limitado.
En los casos de monopolio donde no haya ninguna razón para que sólo exista una empresa en el mercado, es evidente que la introducción de competencia mejora el bienestar social. Pero existen los llamados monopolios naturales (electricidad, gas, etc.) en los que las enormes inversiones que deben efectuar las empresas hacen que el volumen de producción caiga en el tramo decreciente de la función de costes unitarios. Esto lleva a que desde el punto de vista de los costes sea mejor que una sola empresa atienda al mercado. Ahora bien, las autoridades económicas deben anticipar que tiene incentivos para comportarse como un monopolio y para aumentar el precio del producto en cuestión. Por lo tanto, sabiendo que el objetivo de la empresa es la maximización de su beneficio, las autoridades deben proporcionarle un sistema de retribución que la incentive a fijar un precio similar al del coste y no disminuya el bienestar social.
También las enseñanzas teóricas de Economía y Gestión Empresarial pueden aplicarse al análisis de sectores novedosos, no tradicionales y que tengan alguna característica diferente. Por ejemplo los clubs deportivos tienen unas peculiaridades que van más allá de la intangibilidad de su producto, que sería un rasgo común a todas las empresas englobadas dentro del sector servicios. En cualquier análisis que aborde las organizaciones del sector deportivo debe determinar, de nuevo, cuál es su objetivo, que normalmente es uno de los siguientes: maximizar el beneficio monetario o maximizar el éxito deportivo. Es cierto que también se pueden enfocar como objetivos anidados: para maximizar el beneficio económico hay que obtener éxitos deportivos que permiten aumentar los ingresos por publicidad, por la venta de entradas y por abonos. Para alcanzar cualquiera de ambos hay que desarrollar una actividad, que es la práctica del deporte al que está dedicado el club y participar en torneos. Esa actividad se debe representar como un proceso con variables de inputs y outputs; dentro de los inputs hay que contratar recursos humanos, se puede medir la eficiencia de todos los recursos en la obtención del producto, etc.
Por último, cuando se deba aplicar la teoría a la resolución de un problema real, querría recomendar perder el miedo a la inexactitud de los datos y aprender a trabajar con tendencias. Voy a poner el ejemplo de los costes de rotura en la gestión de inventarios. En los típicos problemas de clase el valor de ese coste de rotura es una cifra exacta que se introduce en un fórmula para resolver la pregunta de cuánta cantidad de producto pedir y cuándo. Todas las enseñanzas formales y teóricas muestran que si el coste de rotura es muy alto conviene crear un stock de seguridad grande y todo lo contrario si ese coste de rotura es bajo. También se explica que el coste de rotura es la valoración monetaria del perjuicio que la empresa soporta por no tener disponible un bien que se demanda. Y esta última idea conduce a relacionarlo con la intensidad de la competencia que soporta la organización. Por lo tanto, en la práctica, se puede recurrir al análisis de los rivales, de los productos sustitutos y de los clientes como fuerzas competitivas en el sentido que les da Porter y deducir a partir de ahí, no el valor exacto del coste de rotura sino en qué tramo (alto o bajo) se puede encontrar. Además de todo lo anterior, siempre se puede llevar a cabo un análisis de sensibilidad.
Firmado: Lucía Isabel García Cebrián
(Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de la autora)